domingo, 10 de mayo de 2009

UNA HISTORIA SIN IMPORTANCIA

Pertenezco a una especie de dinosaurios en extinción. No me gustan las notas auto referenciales pero los casi 300 lectores de mis artículos distribuidos por más de 20 países del mundo, ante mi asombro y agradecimiento, se merecen alguna explicación.
Hijo de un español socialista, colaborador de La Vanguardia y perseguido en la segunda presidencia del Gral. Perón, me formé en un hogar pleno de discusiones políticas y de resentimientos, algunos fundados y otros exagerados.
Mi primera incursión política fue en los claustros universitarios de Buenos Aires como presidente de la asamblea de 400 estudiantes que ocuparon el Centro de Estudiantes de Farmacia y Bioquímica en 1955. Las autoridades del centro estaban comprometidas con la Alianza Libertadora Nacionalista y tomamos revancha.
Abrazamos como reformistas la causa del Presidente Frondizi del que nos alejamos en la discusión sobre la enseñanza libre y laica y durante semanas ocupamos las facultades en una lucha condenada de antemano al fracaso.
Luego vino la represión militar, la Noche de los Bastones Largos, la emigración de científicos y profesores y yo me mudé al interior para buscar otros horizontes.
En Necochea me sumé al Partido Intransigente en cuyo seno tuve dos brillantes maestros, ambos médicos, Oscar Alende de Banfield y Pedro Aramburu de Rauch. Ellos me enseñaron las bases de la política, me inculcaron el respeto por las instituciones, me demostraron su integridad y la necesidad de protagonistas que prestigiaran los cargos públicos y no se sirvieran de ellos. Fui dos veces Concejal en 1973 y 1983.
Con el acercamiento de mi partido al Justicialismo, probé de trabajar junto a los que habían sido mis adversarios y fui funcionario municipal en tres oportunidades, por poco tiempo y con magros resultados. La clase política ya se había corrompido y no encajaba en sus proyectos. Terminé siendo lo que hoy soy, un independiente que opina en las radios, con mis escritos y próximamente conduciendo un programa televisivo.
Pero ¿a que viene esta horrible perorata? Quiero contarle a mis amigos que este dinosaurio formado en épocas en que los partidos tenían ideología, en que para acceder a cargos públicos había que tener conducta y capacitarse, cuando los dirigentes no se enriquecían y a veces terminaban sus mandatos más pobres de cómo habían empezado, se siente asqueado por lo que ocurre este día en que se cerraron las listas para la elección legislativa del mes de junio.
Ya nadie sabe quien es quien en la Argentina. Las listas colectoras, con candidatos locales enfrentados que suman a un mismo partido a nivel nacional, las listas espejo que muestran los mismos candidatos unidos a partidos muchas veces distantes en materia ideológica y la listas testimoniales formadas por candidatos que afirman que no van a asumir en el caso de ser electos, son una burla a la calidad republicana.
Los dinosaurios en extinción estamos esperando grandeza de nuestros dirigentes. Nuestro país necesita de POLÍTICAS DE ESTADO para que trabajemos para lograr una mejor distribución del ingreso, el desarrollo que no hay que confundir con crecimiento, una política exterior coherente, mejoras en educación, salud, seguridad y la lista continúa.
Todo se reduce a factores de poder, negocios, mesas chicas de dos o tres personas que deciden los candidatos y el pueblo convocado, como siempre, a elegir al menos malo.
¿Podremos pensar alguna vez los argentinos en cambiar esta realidad?

4 comentarios:

  1. No creo que seamos dinosaurios en extinción, sino que la apatía de los jóvenes obsesionados por el éxito al estilo contemporáneos(convertirse en consumidores antes que en ciudadanos) hace parecer que se extinguen las personas con la valentía de pensar por si mismas sin depender de los publicistas o los "creadores de opinión".

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  2. ¿Alguna vez han leído CORIOLANO de Shakespeare? Si lo hacen tal vez coincidan conmigo en que esto se repite siempre (con distintos rostros).

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  3. Es maravilloso leer algo así, con la sencillez del que sabe, del que quiere compartir sin mezquindad ni hipocresía su sabiduría, una lección de educación directa, sin palabras vacías, sin palabras de más...
    Gracias por hacernos partícipes de su historia, de su conocimiento, de su humildad...

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