jueves, 12 de marzo de 2009

LA POLÉMICA SOBRE EL USO DE LAS CÉLULAS MADRE EN LA INVESTIGACIÓN

El 9 de agosto de 2001, el ex Presidente George Bush emitió un decreto que prohibía el destino de fondos federales para la investigación del tratamiento de enfermedades incurables con células madres embrionarias. El actual Presidente Barack Obama levantó esta prohibición y el Congreso norteamericano deberá decidir cuantos fondos se destinarán para tal fin. Se desató una polémica porque el Partido Republicano y el Vaticano se oponen fervientemente y la misma llegó a nuestro país por declaraciones del Ministro de Ciencia y Tecnología, Lino Barañao. Es necesario aclarar que por medios no estatales se continuó con la investigación, pero la prohibición obstaculizó su desarrollo.

Las células madre se pueden aislar del cordón umbilical luego del parto, por medio de punciones de la médula ósea o por la destrucción de embriones humanos de pocos días de maduración que se encuentran en las clínicas de fertilidad. Las células madre de los embriones son las más versátiles y las más codiciadas por los investigadores.

Tienen la característica de ser células no especializadas que se renuevan continuamente y que cultivadas en ciertas condiciones de laboratorio pueden originar tejidos como células sanguíneas para el tratamiento de leucemias, células nerviosas que podrían utilizarse en el tratamiento del Alzheimer o del Parkinson y células pancreáticas para el tratamiento de la diabetes. La investigación todavía es incipiente pero se abre un enorme futuro en la cura de estas penosas enfermedades.
Los que se oponen afirman que la vida de un ser humano se inicia en la concepción, es decir en el momento que un espermatozoide se une a un óvulo, lo que significa que la destrucción de embriones de pocos días de vida sería matar seres humanos ya existentes. Esta postura es sostenida por las corrientes antiabortistas.
La opinión contraria, nuestro ministro como ejemplo, sostiene que los embriones son simplemente un conjunto de células no especializadas que no pueden ser considerados un ser humano. Los países que permiten el aborto hasta unas pocas semanas de la concepción suscriben este razonamiento.

El debate, en el fondo, es muy viejo en su esencia y es probable que nunca termine. Pero debemos considerar que los embriones que puedan utilizarse en estas investigaciones serían descartados de igual forma, por lo que es preferible su destino a fines más importantes.
En realidad, tendríamos que plantearnos la ilegalidad de las clínicas de fertilización, a las que la Iglesia también critica, por el descarte de embriones no utilizados y esto suena como un verdadero disparate.
Será necesario, sin lugar a dudas, un estricto control de los estados para evitar que estos ensayos deriven en hechos no contemplados en el espíritu de este proyecto.
Pero no es original el hecho que la Iglesia y los núcleos más conservadores de la política se opongan al avance de la ciencia.

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