La economía mundial ha sufrido una muy grave crisis como consecuencia del desarrollo ilimitado de capitales financieros en un mundo globalizado.
El gobierno norteamericano del Presidente Bush, fiel representante de la derecha conservadora del país del norte, sostuvo, según los lineamientos de la economía de mercado de Adam Smith, que el mismo se regulaba solo y que no eran necesarios demasiados controles para ganar dinero. El auge de las operaciones financieras por Internet, las que tardan fracciones de segundo y que conectan a operadores de todo el mundo al instante, limitaron aún más la capacidad de control de los estados. Estos dos factores produjeron la creación de burbujas financieras que crecieron exponencialmente haciendo ganar mucho dinero a unos pocos y que al estallar le produjeron enormes pérdidas a muchos ahorristas y a los estados mismos que tuvieron que salir a auxiliar a los capitales en bancarrota para evitar la quiebra del sistema.
Así en los últimos años aparecieron las burbujas de las compañías de ahorro y préstamo y las empresas de Internet llamadas las punto com. Pero ninguna de ellas se compara con la producida por los préstamos hipotecarios a bajas tasas y a personas no demasiado solventes la que dio en llamarse la burbuja de las hipotecas basura.
En una sociedad como la norteamericana, acostumbrada a vivir por encima de su límite de endeudamiento, cualquiera pudo acceder a una casa nueva con hipotecas imposibles de pagar, a pesar que se refinanciaban continuamente aumentado la deuda, y por valores muy superiores al valor mismo de las propiedades. Los certificados de deuda se empaquetaron, se vendieron a los bancos de inversión y pasaron de mano en mano hasta llegar a los bancos europeos, los que tampoco controlaron demasiado.
De pronto, la burbuja estalló y los bancos comenzaron a no poder cobrar las deudas y sus acciones se derrumbaron. Los estados salieron a rescatar a los bancos con dinero de los tesoros para evitar una corrida bancaria en los bancos comerciales, por lo que se llama en economía “ el efecto manada “.
Grandes fortunas se derrumbaron y la consecuencia es la desaceleración de las economías del mundo entero y el peligro de la depresión. Los precios de las materias primas exportables, fundamentalmente petróleo y granos cayeron a la mitad y todo se paralizó. Nadie sabe si los planes de salvataje de los estados darán resultado u cuanto durará la crisis. Algo es seguro, se acabó el viento de cola que sopló durante cuatro años y que empujó nuestra economía.
Nuestros vecinos, muy relacionados con el mundo financiero han sufrido fugas importantes de capitales y han devaluado fuertemente sus monedas. Nuestro país, aislado de ese mundo por la historia de la crisis del principio del siglo XXI, se ha visto menos afectado. Lo que ayer era una falencia hoy se transformó en una leve ventaja.
Pero la crisis también nos va a llegar a corto plazo. Nuestra moneda está muy valorizada respecto al dólar, que ha dejado de ser competitivo para nuestras exportaciones o para sustituir importaciones, los precios de los granos han caído y el ingreso de divisas va a ser mucho menor en un año como el próximo que tiene enormes vencimientos de la deuda pública y que es un año electoral. Se han tomado algunas medidas para evitar la entrada de productos importados que afecten nuestra industria y se teme que disminuya el empleo y que se afecten los salarios. Finalmente, la recaudación del estado va a ser menor y va a bajar la coparticipación a las provincias y como efecto cascada a los municipios.
Nuestra región, sumamente afectada por la falta de rentabilidad del campo y por una futura cosecha menor en cantidad y en precio, va a tener posiblemente una merma en el turismo que puede ser más barato en playas de países vecinos y va a padecer la falta de poder adquisitivo y el temor de los consumidores a gastar sus ahorros.
Un año difícil se avecina y no es cierto que estemos inmunes a pagar, esta vez, por los errores ajenos. Un nuevo mundo multilateral con un capitalismo más controlado por los estados y más distributivo se avecina. Tony Blair, premier británico en los 90, lo plateó como una Tercera Vía de crecimiento; el mundo financiero y en especial los Estados Unidos no supieron escucharlo.
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